Todavía retumbaba en sus oídos el Paff! del sopapo de su novio de hace unos segundos que le dejó la palma y los dedos marcados en un rojo ardor sobre la mejilla. Un calor le invadió todo el cuerpo que la estremeció. Se quedó mirándolo por un instante pero por alguna razón ni siquiera pudo mandarlo a la mierda. Estaban frente a frente, ella con la boca abierta y tocándose la cara, palpando si todo seguía en el mismo lugar. Tenía dolor pero más, tenía bronca. Si bien no era la primera vez que la maltrataba, nunca fue delante de otros. Se sintió deshonrada y avergonzada. Cruzó la raya dejándola expuesta como una cualquiera, frente a la mirada de los amigos que tenían en común. Quedó perpleja. El pub, la barra y la banda de amigos dieron vuelta a su alrededor. El golpe y la escena de ella con su cabeza volando hacia un costado con todo el pelo revuelto en el aire, era digno de una escena de acción en cámara lenta. Tragó saliva, y se repuso como un boxeador después de recibir un derechazo certero. El seguía parado frente a ella con una sonrisa socarrona, aunque su respiración enojada era agitada. El resto de los amigos cuatro varones, más la Kari miraron asombrados. Al que llamaban “El flaco”, el mas alto de todos; piel y hueso y el más ácido de todos, con la botella de cerveza en la mano, se le fue dibujando una risa guasona hasta terminar en una carcajada que tímidamente contagió a los demás que miraban la escena entre Vanesa y Mauro, que ameritaba un segundo round donde ella se despachará en un ataque de histeria. Por experiencia, sabían que ella no era de contenerse y en cualquier momento podía treparse a la yugular o pegarle en el pecho una serie de puñetazos o cagarlo a patadas, mientras le recitaba un poema de insultos. Pero no reaccionó, no sabían porque, como tampoco supieron hasta media hora más tarde, que él les explicó, ya tranquilizado, sentado en la mesa en la rueda de cerveza, el motivo porque reaccionó así contra ella.
Vanesa pasó su mano una y otra vez sobre el golpe, sus ojos se inundaron de lágrimas compuestas de bronca e impotencia. Contuvo con esfuerzo, para evitar que corrieran por su mejillas. Sabía que él esperaría verla cabizbaja y vencida y su orgullo era grande. Quieta en medio del salón se quedó expectante viendo como todos los amigos se dieron vuelta y fueron caminando con Mauro hasta la mesa del rincón del fondo dejándola sola. No esperaba menos, es lo que siempre pasa cuando sos la novia del más popular, los amigos siempre eligen por ellos a pesar de quedar rota por dentro y por fuera. Se perdieron entre la multitud y una bocanada de humo que se esparcía lentamente disolviéndose en el aire. “El pelado”, como le decían al más petiso de todos, por su cabeza rapada, pasó la mano por encima del hombro de Mauro, haciéndole palmaditas tranquilizadoras. Nadie se acercó a ella para preguntar cómo estaba, ni siquiera los espectadores de las mesas ni aquellos que vieron la escena mientras esperaban parados apoyados en la barra su trago. Sus manos temblaban. La mano pesada de Mauro aún la sentía en su mejilla. Se dio media vuelta enfilando para el baño, donde la esperaba una fila de mujeres hablando entre ellas. Algunas apoyadas sobre la pared, otras aprovechando acomodarse el corpiño o tirando para abajo la minifaldas elastizadas. La que estaba delante de Vanesa, miraba su media de nylon corrida en la parte de atrás del muslo y puteaba, porque no había traído de repuesto. Cuando levantó la mirada se la quedó mirando fijo mientras por dentro de la boca jugaba con su piercing plateado sobre el labio metiéndolo y sacándolo en un juego fálico. Vanesa vio en ella ganas de pelear, y sabía que otra más no se iba a bancar. Por un instante le mantuvo la mirada dejándole en claro que no iba arrugar, con mirada altiva le miraba las raíces negras sobre un rubio oxigenado. Clavaba sus ojos en la dentadura torcida donde su diente delantero y partido en una punta, se superponía sobre el otro, haciéndola mas trompuda de lo que era. La mujer estaba decidida a buscarle camorra. Apoyó una mano sobre la pared y movía la patita hacia arriba y hacia abajo con el taco apretado al suelo. Vanesa estaba esperando apenas una insinuación para revolcarla en el suelo de las mechas, pero no hizo falta. Llegó una amiga de la mujer que empujándola cariñosamente “ mira para adelante trola” La fila se corrió tres pasos para adelante y no se percató. La tensión entre Vanesa y ella se disipó al instante. Vanesa sonrió, se sintió vencedora de una batalla que nunca empezó. Cuando llegó su turno, ingresó al baño, se encerró con traba, alzó la falda, bajo su bombacha y sin sentarse en la tabla, orinó semi agachada. Después de colocarse la ropa, se paró frente al espejo, miró su mejilla carmesí y se mojó las manos para posarse sobre su rostro algo frío que pudiera bajar el color y la inflamación, cuando por detrás se le apareció una mano con un bolso de mano. Miró por encima de sus hombros y era La Kari, que le alcanzaba su equipo de maquillajes. Vanesa levantó la mano volviendo su mirada al espejo diciéndole que no lo quería. La amiga insistió. Abrió el cierre y sacó una crema que ella muy lentamente le fue pasando en la cara mientras Vanesa la miraba por el espejo. Cuando terminó, se dio media vuelta y se quedaron mirando fijamente.
-¿Qué haces acá?, en cualquier momento Axel va a venir a buscarte…
-Sabe que vine al baño, y sabe cómo son las minas, que una vez que entramos estamos media hora.
-¿Pero vos qué te crees? ¿qué no saben que yo estoy acá?
-Axel no es como Mauro, jamás me hubiera hecho semejante escena, y si se animara, por la noche le corto el pito. Conmigo, sabe que no va a joder…. – se quedaron un instante en silencio entre empujones de las mujeres que entraban y salían del baño. Sonrieron y La Kari siguió masticando su chicle rosa, que cada tanto se le veía entre sus labios. -¿Querés que vayamos afuera a tomar aire?
-No. No quiero.
-Nos fumamos un pucho, ¿quizás nos compramos una lata? nos vamos al cordón, nos sentamos y te despejas un rato.
Vanesa lo pensó y a pesar que negaba con la cabeza, accedió. Entre empujones y codazos fueron abriendo camino entre los que venían en sentido contrario para entrar al bar después del cacheo de los patovicas. Afuera encendieron un cigarrillo y se apoyaron sobre un auto, mientras de fondo, por la puerta se escuchaba como banda sonora Pescado Rabioso.
Me gusta ese Tajo
Que ayer conocí
Me gusta ese Tajo
Que ayer conocí
Ella me calienta
La quiero invitar a dormir….
En silencio se pasaban el cigarrillo para darle pitadas. Se reían solas.
-Acompañame al kiosco y compramos unas latas – dijo La Kari.
Sin decir nada, de un movimiento se levantaron del capot del auto y caminaron por la vereda en penumbras alejándose de los distintos grupos de jóvenes que hablaban entre ellos. Llegaron al kiosco de la esquina; Karina, pidió dos latas de Brahma, las abrieron y se fueron caminando.
-¿Querés que vayamos para mi casa? está acá a un par de cuadras…
– La Verdad es que no se que quiero, estoy más para irme a mi casa a dormir, levantarme mañana a la mañana, llamarlo a Mauro y mandarlo a la recalcada concha de su madre.
-Vos sabes como es Mauro, en un rato se toma unas birras con los pibes y se olvida de todo.
-El se olvidará de todo, yo no pienso aflojar.
Dale. Vamos un toque para mi casa. Nos tomamos estas cervezas, hablamos así, descargas tensiones y pensás mejor y actúas con la mente fría.
Las dos caminaron entre las siluetas de sombras de los árboles entre calles desiertas, cruzaron la bocacalle, abrieron la reja de la casa de La Kari que rechinó en el silencio provocando un ruido estruendoso. Abrieron la puerta despacio y le pidió silencio llevándose el dedo índice a la boca. Caminaron pasos sigilosos hasta el dormitorio y cerraron despacio sin hacer ruido. Las dos se sentaron en el borde de la cama con una luz de velador tenue encendida sobre la mesa de luz.
-Perdón que entramos así, pero mis viejos duermen…
-Nos hubiéramos quedado en la calle…
-No daba. Siempre hay algún loquito suelto que te caga la noche.
Encendieron un cigarrillo cada una y terminaron de darle los últimos sorbos que les quedaban a las latas.
-¿Qué mierda pasó entre vos y Maruro? no entendimos nada, todos quedamos sorprendidos.
-Fue una boludez, no era para tanto circo. Simplemente le dije que hoy no tenía ganas de salir con ustedes, que prefería que vayamos a un bar más tranquilo, que estuviéramos solos y después nos íbamos para su casa o la mía. Empezó a jetonear, a decir que no los podíamos dejar clavados, que ustedes son re copados, que nos tienen en cuenta siempre. Le dije que yo hoy particularmente no tenía onda, porque había peleado con mis viejos, con mi hermano…realmente todo es una mierda… Se puso loquito porque a pesar de que habíamos entrado le insistí que no me sentía bien. Primero me pidió que me callara, que me deje de joder, me puse insistente y pasó lo que pasó.
-Amiga, pero no era para tanto…
-Mauro es así, una cosa es ser amigo y otra cosa es ser la novia… Hace cuatro años que vivo esto. Por cualquier cosa se saca. Rompe cosas, me putea, me zamarrea, se pone ciego… ya un par de veces me pegó, pero siempre a solas. Ya me acostumbré. A veces cuando pasa tiempo que no se enoja o no me cela o no me dice nada malo de mi ropa, hasta siento que no me quiere más. Soy tan boluda que se me volvió costumbre… y lo peor es que lo quiero… lo mando a cagar pero al toque reculo…
-Entonces están hechos uno para el otro…
-No se Kari…. A veces creo que me merezco otra cosa… y a veces creo que soy igual que él… me angustia de solo pensarlo. Quiero un tipo bueno, sensible… no un tipo que sea manso cuando está copeteado. Encima vivir en mi casa es una mierda… cada vez lo pienso más. En cualquier momento agarro cuatro pilchas locas y me mando a mudar….
Karina le pasó la mano fregándole la espalda y después apoyó su cabeza sobre su hombro. Vanesa lloraba en silencio mientras rodaban por su mejillas lágrimas teñidas de rimel.
Karina, al verla, tomó una caja de carilinas que tenía debajo de la cama, sacó una y muy lentamente le fue secando las lágrimas. Acarició su cara mientras con la otra mano no paraba de pasarle la mano por su espalda lentamente. Sus rostros se fueron acercando. Sus miradas se cruzaron. Vanesa se puso tensa y cerró los ojos cuando sintió posar los labios de Karina sobre los suyos.
Karina con su mano abierta la tomó de su pequeño rostro con delicadeza. Abrió su boca y con su lengua fue abriendo los labios de Vanesa que terminó cediendo y acompañó el ritmo frenético del beso y cayeron lentamente de espaldas sobre la cama.
-¿Qué estamos haciendo? es una locura…. – Dijo Vanesa con la cara a un costado, mientras Karina se le había subido encima y le besaba el cuello.
Shh… -dijo Karina mientras le daba intermitentes besos sobre la boca – no veía la hora que esto pasara entre nosotras… Me gustas Vane, y te quiero mucho….
-Pero Axel…. Mauro…. nosotras …. nosotras somos amigas desde pendejas….
-Siempre te miré de otra forma…. -Karina se detuvo quedando a centímetros de ella – nadie tiene que saber esto… es nuestro secreto….
Se miraron fijamente. Vanesa tragó saliva, y lentamente fue aflojando su cuerpo tenso sin poder quitarle la mirada. No podía volverse a un costado. Todavía se preguntaba cómo habían llegado a esta situación. Respiró hondo, se mordía lo labios y Karina seguía petrificada encima de ella esperando una respuesta, una respuesta que llegó cuanto menos la esperaba y a pesar que algo en ella le decía que todo era imposible, Vanesa alzó la cabeza para terminar de fundir sus labios contra los de ella. Karina se repuso sentándose en su cintura, se quitó la camisa, se quitó la remera y sola se desabrochó el corpiño dejando rebotar en el aire sus tetas que dibujaban unas inmensas montañas en la penumbra. Vanesa perdió su rostro sumergido entre los pechos, mientras Karina comenzaba a zambullir sus mano por debajo de la falda de su amiga, que iba cediendo sus muslos permitiéndole llegar a su delgada bombacha que ya estaba húmeda.
Se revolcaron en la cama, yendo de un lado a otro. Se fueron desvistiendo con prisa, las pocas prendas que les quedaban puestas. Se acariciaban, se besaban. Karina fue recorriendo el cuerpo de Vanesa bajando por el cuello, pasando por sus pequeños senos afiebrados. Bajo por el vientre hasta detenerse en su ombligo, besó su panza chata mientras sobre su pecho se notaba los latidos. Bajó hasta su entrepiernas para besarla sin pudor, mientras miraba como Vanesa se retorcía en la cama agarrándose fuerte de las sábanas en un orgasmo mudo.
Las dos quedaron tendidas en la cama entre sábanas y colchas revueltas. Vanessa acostada con su largo cabello abierto sobre la almohada formaba un abanico, mientras que Karina se quedó recostada posando su cabeza en el pecho de ella. Entrelazadas con las piernas, abrazadas, una pasándole la mano por detrás de la nuca, la otra acariciando muy despacio la espalda, desde el omoplato hasta la cadera con el filo de los dedos. Karina estaba sonriendo con los labios apretados, los ojos cerrados en un estado de nirvana. Mientras Vanesa miraba detenidamente hacia la ventana, la luz de la calle que se filtraba entre las pequeñas ranuras de la persiana de plástico blanca.
Se preguntaba qué fue todo lo que pasó, de repente cayó a una realidad repleta de sensaciones desencontradas por una noche de placer con otra mujer, cuando nunca en su vida sintió atracción por alguien de su mismo sexo. Encima no era una mujer cualquiera, era su amiga de la infancia. La asaltó la sensación de vergüenza, pudor y remordimiento. Le resultaba surrealista, pero ahí estaba con Karina acostada encima de ella, desnudas después de un momento intenso. Se debatía entre el placer y algo de culpa por haber tenido un momento tan hermoso, especial lleno de calidez y entrega. Por un instante pensó si eso era amor o un acto de calentura de una sola noche. Fruncía su ojos extrañada, no entendiendo semejante delirio que estaba pasando por su mente, tratando de caer en la cuenta que todo era una inmensa locura, pero en los cuerpos desnudos trenzándose en la oscuridad de esa habitación hubo algo mágico e implícito. Por primera vez se sintió cuidada, protegida. Sintió las caricias, la suavidad de las manos y el cuidado que su cuerpo merecía y nadie hasta ese momento le había dado. Después de todo, el sexo no había sido malo, estaba satisfecha y nunca antes en sus experiencias anteriores, alguien se le había acostado tan placenteramente encima suyo. Ese acto por mas mínimo que era, le tocaba el alma. Recapituló en su mente todos los hombres que pasaron por su vida y todos después de acabar, se echaban a un costado, prendiendo un cigarrillo, un porro, o incluso tomando un vino, mientras ella se quedaba a un costado, esperando que se hiciera la hora para volverse a vestir e irse . En cambio con Karina todo estaba intacto, no era algo más. Vanessa se sintió importante, comenzó acariciar la tersura de la piel de la espalda de su amiga, sintiendo como se le erizaba la piel. Inmediatamente se dio cuenta que el mundo se detuvo por una hora, nada alrededor de ellas existió, no recordaba si había hecho algún ruido, y sonrió con picardía. Estaba feliz. Por un instante en su vida se sintió feliz.
Karina intentó acomodarse moviendo su cuerpo como quien remolonea a la mañana después del sonido del despertador. Fue necesario, para que Vanesa aprovechara la ocasión, le dio un beso en la frente y ella le devolvió un gesto alegre con su rostro invadido de placer. el beso era la manera sutil que Vanesa encontró en ese momento para despegar sus cuerpos y volver a la realidad. Se sentó al costado de la cama, buscando en la penumbra su bombacha. El corpiño que estaba colgando a los pies de la cama y el vestido del otro lado. Se fue vistiendo mientras Karina acostada boca abajo, con los codos apoyados sobre el colchón y su mentón sobre las manos, miraba cada curva de su amiga marcando una silueta perfecta en la oscuridad.
Cuando terminó de vestirse, se paró en el medio de la habitación dándose cuenta que Karina aún seguía acostada. Le hizo puchero y la fue a tomar de la mano, jalándola para que se levantara porque debían volver. Estaba preocupada, hacía más de dos horas que se fueron y seguramente se estarían todos preguntando donde estaban.
Al salir a la calle, nadie venía de ninguno de los lados. Se volvieron a mirar, y apretadas contra el árbol de la vereda, fundieron un último beso intenso. Se sostenían de la cintura. Entre ellas una energía les impedía separarse. No dijeron nada, las miradas cómplices hablaron por sí solas. Caminaron a paso lento pero ininterrumpido una cuadra y media tímidamente agarradas de las manos entrelazando sus dedos. Al llegar a la muchedumbre se soltaron pero no podían evitar rozarse hasta que entraron al bar.
Estaban a metros del grupo de amigos entre los que se encontraba Axel y Mauro completamente borrachos con los ojos achinados y rojizos. Se detuvieron.
-Karina….
-No digas nada, no rompamos la magia…. ya pasó, quedate tranquila, a veces es mejor no decir nada…
Vanesa solo asintió y ambas continuaron sus pasos hasta la mesa. Ninguno se percató de la ausencia de ellas.
Esa fue la única noche entre ellas y sin querer, ambas se fueron alejando a tal punto que pasaron los años y un mediodía de Enero, el cartero llamó a la casa de Vanesa, una carta de Karina con procedencia de España. La abrió y era una hoja arrancada de un cuaderno que simplemente decía:
“Gracias amiga, por haber guardado nuestro secreto, un secreto inmaculado, que no se vos, pero yo atesoro como uno de los momentos más lindos que haya vivido en mi vida junto a otra persona. Desde aquella noche entre nosotras, tuve varias revelaciones y sobre todo, comencé a ser quien quiero en la vida. Sin ocultamientos, sin represión. Ser una misma. Entendí que la vida sin amor no es vida y lo que hicimos, me sirvió para ser quien soy para siempre. Hoy paseo por las calles de Madrid sin pudor ni remordimiento, con quien quiero. Es tan lindo ser feliz que no te das una idea. Hoy comparto mis días con quien deseo. Por eso te envío esta foto para presentarla. Es con ella que hoy decido querer todo. Vamos a todos lados de la mano. Se llama Sole.
Espero que te encuentres bien, Sabés que del otro lado del Mar, tenés una amiga de fierro.
Te quiero mucho”.
La Kari de siempre.
En la foto Karina estaba como siempre con su mismo peinado, con su cabellera corta peinada como un libro abierto a la mitad, con una sonrisa radiante con su novia que posaba para la foto con anteojos rayban aviador, con sus mejillas pegadas en una risa cristalina y eterna.
Vanesa lloró de alegría, sintió felicidad ajena. Vanesa llevaba dos años casada con Mauro en una relación tumultuosa que iba y venía, pero de la que no podía correrse.