Muy a lo lejos se escuchaban los ruidos de camiones de carga pasando sobre el adoquinado. Los golpes de las ruedas en los pozos de la avenida principal. A unas cuadras, la zona del riachuelo estaba silenciada, había perdido con el correr de los años toda actividad portuaria, apenas algunos botes o lanchas remolque andaban en la zona de La Boca. Barracas se había vuelto en muchos rincones, una ciudad arrasada por la desidia y el abandono, prácticamente nada había quedado de ese conglomeramiento de  fábricas y grandes depósitos, ahora reducido a un lugar donde muy pocos galpones albergaba container y funcionaban empresas de transporte de larga distancia y depósitos fiscales, el resto de los edificios sólo mantenían su fachada deteriorada por abandono o vandalismo, mientras que adentro, solo servían para albergaban ocupas o como taperas que escondían todo tipo de mafias  . 

En uno de los galpones de techo de chapa, con extractores de aire que se movían por inercia del viento. Entre reguetones a todo volumen, sobre una mesa larga trabajaban embolsando en paquetes; cocaína que iban pesando en una balanza electrónica, una veintena de mujeres y jóvenes con barbijos y guantes de látex. Principalmente oriundos de Bolivia y Paraguay. El reducto se había convertido en un gran centro de distribución para todo el país. Cinco sujetos armados caminaban de un lado a otro. En en un escritorio descascarado y oxidado el Titi permanecía sentado en una silla con los pies sobre el escritorio, mientras que Mick, quien había recibido ese apodo por su cara huesuda como el cantante de los Rolling Stone, fumaba  y tomaba coca- cola con anteojos oscuros y sonreía dejando ver un diente de lata.

-Amigo, hace años que ando con esto, no veo la hora de retirarme. Me re pudrí. Quiero estar en alguna playita de arenas blancas, mar turquesa y con una bonita chica  acostados tomando caipirinhas. – dijo semi recostado en su asiento, el Titi – si bien la paga es buena, cada vez que alguien viene a negociar se me para el corazón. No sé cuándo me la van a dar.

– Tranquilo amigo, pareces un novato hablando. Aparte los que vienen hoy son los de siempre… – dijo Mick apagando el cigarrillo en el suelo.

En ese instante, un bocinazo se escucho detrás del  portón de chapa. Los hombres de seguridad quitaron el seguro de sus armas y se pusieron a la defensiva apuntando, mientras que uno de ellos se acercó al portón, lo entreabrió, luego miró a sus compañeros haciendo una seña de que todo estaba en orden diciendo  “Es el Polaco con su compañero”. Empujó el Portón corredizo, dejando pasar el auto. El vehículo avanzó unos metros, pararon el motor. El Polaco con su compañero bajaron con sus armas a la cintura, dejando las puertas abiertas y las luces encendidas y caminaron en dirección  a los otros dos hombres. 

El Titi bajó los pies, se repuso en su asiento, sacó el arma guardada en un cajón del escritorio y lo  apoyó arriba sin soltarlo. En tanto, Mick se paró, caminó hasta los dos hombres, los saludo extendiendo la mano. Y por señas hizo que se acercarán hasta el escritorio.

El compañero de El polaco de sus hombros, se descolgó una mochila que llevaba colgada y la arrojó sobre el escritorio. El titi soltó el arma dejándola sobre el escritorio, los miró fijamente a los dos y a Mick que lo conocía desde hace unos meses. Tomó la mochila, abrió el cierre y estaba repleta de billetes. Sonrió.

-Ahí está toda la Paga, hoy me llevo gran parte de la mercadería, necesito que me la carguen en el baúl. – Dijo el Polaco

-¿Pensas andar con toda la merca por la ciudad, en el baúl?? – Dijo El Titi mientras se rascaba la barba crecida, desprolija de varios días.

-Soy poli, no te olvides, no va a pasar nada, está todo bajo control- respondió El polaco con su mirada de ojos azules mientras con su mano se acomodaba la corbata al cuello.

-Lo se. Se que sos poli, y eso me pone también muy nervioso..

El Pola le guiña el ojo y le sonríe- tranquilo, sabes que vengo de parte del Tigre Peralta. Está todo bajo control, no somos unos improvisados.

El Titi, chifla a unas mujeres que estaban trabajando en la mesa para que lo miren y les pide que lleven los paquetes al baúl del auto. Una vez que estaba todo cargado, El Polaco y su compañero saludaron con un apretón de mano tanto a Titi como a Mick, después  se fueron caminando a pasos tranquilos, hasta el auto. Cuando estaban apunto de entrar, escucharon un grito, Mick los estaba llamando.

-¿Acaso no faltó algo? -dijo Mick para la sorpresa de el titi que frunció la cejas sin entender a qué se refería su compañero

-Es un pelotudo…- Dijo entre dientes, el polaco a su compañero

Mick, en un movimiento calculado, sacó su arma que llevaba en la cintura en la espalda, apuntó directamente a la cabeza de El Titi y le disparó volándole los sesos que cayeron desparramados al suelo. En ese instante comenzó una balacera. El polaco puteaba porque no entendía que quiso hacer Mick, era uno de los suyos que estaba encubierto. Si bien tenían planes de asesinar a todos, no era la forma planificada. 

EL polaco logró asesinar a dos hombres de la seguridad, su compañero corrió para cubrirse detrás de un tanque y de frente, fue sorprendido, por uno de ellos que agachado desde el descanso de una escalera de hierro lo acribilló con una metralleta despedazando el pecho. En tanto Mike detrás del escritorio a quemarropa por la espalda iba asesinando a las mujeres y jóvenes que buscaban refugiarse de las balas. Con una sonrisa morbosa apuntaba y disparaba. Gritaban despavoridos, para él, se había convertido en un juego. Estaba tan entretenido, que no vio que por detrás, sigiloso, un veinteañero en musculosa, tomó un fierro con punta. Cuando se percató y giró la cabeza, era demasiado tarde, lo ensarto en la garganta de lado a lado. Su boca se tiño de bordo y en su respiración parecía hacer gárgaras en su propia sangre. En tanto el joven había quedado al descubierto y El Polaco a la distancia lo mató con un tiro en la frente. 

El galpón olía a pólvora y sangre, había muertos desparramados por todas partes. El Polaco salió detrás de la puerta que quedó acribillada como un colador, caminó a pasos prudentes, vio una mujer agonizando y le dió un tiro de gracia. Luego caminó hasta Mike que aún estaba con los ojos abierto ahogándose en su respiración.

-Hijo de puta, no sé en qué estabas pensando… tomó el hierro que aún lo tenía cruzado de lado a lado en el cuello y se lo movió varias veces hasta que murió mirándolo a los ojos.

En ese instante un disparo le impactó  en su brazo. Se dió media vuelta y era un niño de 13 años con el arma aún humeante, gatillaba pero se había quedado sin balas. El polaco entre el dolor, negaba con la cabeza, apuntó con el revólver y sin piedad le pegó tres tiros, dejándolo tendido en un charco espeso.     

 El Polaco abrió la puerta del galpón, salió con el auto. Al llegar a su departamento, se quitó el saco y la camisa, el brazo chorreaba. Se limpió con gazas, despejó la herida, la bala lo había rozado haciéndole una herida  profunda. Se echó pegamento y se apretó con una venda prensada. Tomó el celular y llamó al Tigre Perlata.  

 -Tigre. Hubo algunos problemas, Mike y mi  compañero nuevo están muertos. La mercadería está a salvo y el dinero también. – dijo con dolor entre quejido El polaco.

-Pobres que en paz descansen – dijo en tono tranquilo Perlata – Buen Trabajo, amigo. Necesito que retengas la mercadería 2 días, y luego se la lleves a un contacto que te pasaré luego. La guita dejala, la vamos a necesitar más adelante para otra cosa.

-Listo… – Dijo El Polaco, y se sintió el corte de llamada sin un saludo de despedida.

El polaco exhaló aire, se sentía abatido. Se paró, caminó hasta la heladera, tomó un porrón de cerveza, encendió el televisor poniéndolo en mute, y haciendo zapping veía que todas las noticias eran relacionadas al hallazgo del cadáver de Mercedes Arias. Dejó el control remoto a un costado sobre el sillón, agarró nuevamente el celular y llamó a su novia. El teléfono de ella daba apagado o fuera de cobertura. Escribió un mensaje por el Whatsapp. “Buenas tardes amor. ¿Nos vemos a la noche? te invito a cenar. Te amo.

Estuvo por  un momento mirando fijamente el celular, para ver si aparecían los dos tildes azules que confirman la lectura del mensaje. El no sabía, que ella estaba en su oficina con la mirada fija en el monitor, buscando en archivos. Evelyn necesitaba cerrar el caso de hace 8 meses atrás.

Continuará…