Quizá sea una de las últimas de mi especie, un modelo de mujer en extinción. Mi hijo, el mayor siempre me dice “ojalá encuentre una mujer como vos”, la verdad me pone chocha, estoy orgullosa ser modelo, inspiración para las nuevas generaciones. No soy de pensar que la  pendejada está perdida, ni que no tienen futuro. Hay de todo en la vida del señor y gracias a Díos mis hijos me salieron bien educaditos y estoy seguro que las nueras que me traigan, las voy adorar. 

Eso sí, nada de pibas cancheras que tengan de las narices a mis hijos o de esas que andan convidando miradas penetrantes, sonrisitas fácil, escotes exuberantes, con jeans que marcan hasta el triangulito de la bombacha que deja evidencia que la tienen bien enterrada en el trasero.

Hay que destacar que las mujeres de ahora son muy liberales, tan liberales que sienten que la independencia es no cocinarle a los hombres. Hombres, esa palabra tan antiquísima, tan desvalorizada, no solo porque ellos van dejando atrás esos rasgos rústicos masculinos; se les da por pintarse las uñas, usan aretes, se depilan las cejas y usan cremitas en las manos. Para las pibas de ahora, con eso que le metieron en la cabeza del feminismo y empoderamiento, la palabra hombre es mala palabra, el hombre hoy si pasa frente una chica tiene que bajar la mirada, no vaya ser que crea que la está acosando. Lindas eran esas épocas, cuando era más pendeja, que cuando iba a comprar el pan, siempre me encontraba algún que otro caballero piropeador, te silbaban, te decían cosas lindas. Me entraban unos calores, me sonrojaba fácilmente. Las patas no me daban de la vergüenza. Ni hablar cuando conocí al Beto, como me gustaba el Beto. Desde la primaría que le había echado un ojo. El día que se me acercó, éramos pibitos todavía. Se me acercó, tartamudeaba de los nervios. Me acuerdo que fue debajo del árbol de Moras de la plaza. Detrás de la espalda, en la mano, llevaba escondida una rosa que se había afanado de un jardín de una casa cualquiera. Estiró la mano, estaba rígido como rulo de estatua. En cambio mi cuerpo cachondo se movía de un lado a otro mientras me derretía por dentro. Era un fuego, fue la primera vez que sentí cosquillas deliciosas allá abajo. Alcé la mirada, miré para los costados, viendo que no haya ningún conocido, y me lo chapé de una, me abalancé sobre él, creo que le mordí el labio y le sangró.  Golpearon nuestros dientes, a él le dolió, se asustó y por poco se cae de culo al suelo. Trastabilló pero se agarró de mi cintura. Mi cuerpo hablaba por si solo, me di cuenta que si fuera muda no tenía de qué preocupar. Suerte que soy de caderas firmes y robustas. Brutas caderas tengo, la envidia de más de una. Como me gustaba que me envidiaran, era la morocha más linda del barrio. flaquita, pero 120 de curvas, arriba y abajo. 

Para la segunda vez que nos vimos, estábamos con más experiencia. Yo había practicado besando en el espejo, me acuerdo que una tarde me la pasé encerrada hasta que escuché los gritos vociferantes de mi padre diciendo, salís ya o me cago en la puerta, apurate nena, sos igual a tu madre. No hay peor cosa que a una mujer le digan que es igual a su madre. En cambio él, a la cita vino decidido, con más confianza, me regaló un Felfort y directo al chape. Esta vez debutamos con lengua y manoseo. Por un momento sentía que me atragantaba, después fue hermoso, sentir como la lengua me recorría por los labios, la dentadura y jugaba con la mía. En un momento se entusiasmó tanto, se ve que le gustaba pero ya medio que me embolaba, el cuerpo me pedía más, y otra vez lo sorprendí. No se de donde me brotaban las ideas, quizás de las ganas de ser apretada, toqueteada, lo agarré de las nalgas, saltó en el aire, medio que se sintió violado, pero el picarón aprendió bastante rápido y me siguió el juego, me tomó de los muslos. Decí que era de noche y en esas épocas las luces apenas iluminaban, nos caímos medio de prepo entre los ligustros tupidos del frente de la casa abandonada de al lado. Esa noche perdí el moño que llevaba atado mi cabellera a la nuca, mi corpiño y otras cosas.

Después del Beto pasaron unos meses y apareció el Pancho. Fue amor a primera vista. Casualmente lo conocí un 14 de junio, coincidió con el segundo aniversario que me hice señorita. Jamás me olvidé esa fecha. Es que convertirte en mujer antes no es lo mismo que ahora. Las chicas de hoy saben todo lo que les va a pasar, esa cosa de internet, el whatsapp y los sms se la hicieron re fácil.  Las clases de Sexo en la escuela. Hasta te dan un forro antes de saber bien para que se usa. Hasta las toallitas íntimas las comprás en un kiosco. Hoy decir eso, parece una pavada. En cambio en mi época, el día que manché, salí corriendo despavorida, pensé con que carajo me corté, me acuerdo que estaba asustada, blanca como un fantasma. No sabía nada de nada hasta ese día. Le tironeé de la pollera a mi madre que estaba refunfuñando lavando la camiseta blanca de mi padre en la tabla de lavar. Ella siempre lavaba la ropa enojada, se enojaba a propósito, porque decía que salían mejor las manchas. Me miró y me dijo vení pa´cá. Fuimos para el baño, sacó de una bolsa que tenía colgada detrás de la puerta uno pedazos de trapos, de sábanas blancas viejas y camisetas de algodón cortadas en franjas, las dobló en cuatro partes y me dijo, esto te va a pasar una vez al mes, te metes esto en la bombacha y te vas lavando y cambiando, estos trapitos se usan y se lavan antes que los vea tu padre que le da mucha impresión. Esto le pasa a todas las mujeres. Eso si, mientras estás con la ligera, no te podés lavar la cabeza ni los pies, porque después hay que estar corriendo al médico. Lo primero que me vino a la cabeza era algo así como no comer sandía si tomaste vino, o no te metas a bañar enseguida después de comer, porque se corta la digestión.

Pancho fue y será mi único hombre. Que no me haya sacado la virginidad, es circunstancial, porque me siento mujer de un solo hombre. Hasta me casé de blanco. Mi primer pecado. Estuve a punto de decirle a mis padres la verdad, el pecado, de verle varias veces la cara a diosito, antes de pasar por la iglesia, pero quise ahorrarles un disgusto.

Pobre el finado Pancho, para el sí fui su única mujer, no solo me lo dijo, me di cuenta.  Como me quería ese hombre. De acá para allá. Sí mi amor. No mi cielo. Hacía mandados, cocinaba, iba a laburar y le faltaba un dedo. Hoy a cualquiera que le falta un dedo es pensionado. El no, bajo lluvia y los calores de enero siempre un relojito, iba y venía al trabajo. Su única distracción, mirar nuevediario, hacer la digestión con un cigarrillo y a la cama. Con los años hasta dejó de fumar el único pucho diario, no tenía el vicio. Le dije es al pedo que fumes, eso lo podemos ahorrar para irnos de vacaciones a Mar de Ajó. Después vino la hiperinflación y ni para eso sirvió el esfuerzo.

Siempre le fui fiel. Jamás se me cruzó por la cabeza engañarlo con otro tipo, y eso que candidatos no me faltaban. Es mas los últimos años ni sexo teníamos porque sufría de varicoceles y le dolía. Después le cortaron una pierna por diabetes, eso lo terminó de estropear. Para mi que se murió de depresión. Es tremenda la depresión, es una enfermedad más antigua que el estrés. Lo cuidé hasta el último día. Era bueno, aunque un poco haragán para hacer las cosas de la casa. Pero hicimos una gran pareja durante cuarenta años. Hoy los matrimonios de pedo llegan a dos. No saben lo que es pechear. Se casan rápido, se divorcian enseguida, Hoy tienen mil excusas para no soportar la carga de una casa.  Las parejas pelean mucho, o conocen a otro enseguida. También están los que se aburren de la noche  a la mañana, cambian de pareja como de calzón y claro, están los que quieren probar cosas nuevas. Hoy en día está tan devaluada la idea de la familia. Las mujeres ni cortas ni perezosas conocen un personal trainer que sabe acariciar bien los músculos que terminan siendo especialistas en  zonas erógenas y páfate. Los hombres dejan a sus esposas reventadas y ojerosas por los críos, por una pendeja que mueve mejor el guiso. Después tenés los que prueban por el poliamor ¿Qué es eso de no tener celos? hoy picotean con uno, con otro, hoy los chicos se besan con chicos, después con chicas y así sucesivamente. Las mujeres no se quedan atrás, ahí sí, la igualdad está a flor de piel. La verdad es que todo comenzó a degenerarse con la aprobación del divorcio. Antes uno se casaba para toda la vida, siempre cada tanto hay un gobierno progre que rompe las reglas del como Dios manda y así están las cosas, cada vez peor. 

Una sabía que se enamoraba, que se casaba y el arréglate como puedas era ley. Aunque nunca voy a olvidar a la tía porota, si existió una tía degenerada, esa era la Porota. Cuando recién empezaba con el filito con el Pancho, le conté mis intimidades, era la única que conocía mis secretos. Siempre me decía menos mal que conociste al Beto y al Pancho nena, sino cómo sabrías que es lo que más te gusta. Una tiene que probar. Sino después te engrapas para siempre. Era sabia la morocha que en paz descanse. Y eso que se murió hace como veinte años, todavía no había nada de todas estas cuestiones.

Ya es momento de sentarse un rato. Las rodillas me recuerdan que estoy viva, creo que es por la retención de líquido. Es la hora de la telenovela, aprovecho para tejerme unos soquetes para el invierno, los gustos hay que dárselos en vida. Mientras espero que lleguen mis niños de trabajar para cocinarles. No se que voy hacer cuando se vayan con alguna guacha que me los saque. Muchas veces siento el síndrome del nido vacío.