Fabiana se estaba colocando una bolsa de nylon en su cabello, después de haber terminado de teñirse el pelo de rosa viejo, mientras escuchaba a todo volumen una canción de Intoxicados, cuando llaman a su puerta. Mira por la ventana y ve que se trata de un anciano encorvado, con un sombrero de lana, barba mal afeitada, canosa y de tez cobriza. Ella abre la puerta preguntando que estaba necesitando. El hombre de manos temblorosas se apoya en la reja mirándola fija 

-Seguramente sos la hija de Dolores…

Fabiana queda sorprendida porque el hombre conocía  el nombre de su madre, pero jamás lo había visto. Abre la puerta, se acerca hasta él y le dice que “sí”, que era la hija menor. El hombre vuelve a mirarla y le dice que tiene también rasgos de su padre. Ella estaba impaciente. Le pregunta qué necesitaba, a lo que el señor le dice “dígale a su madre que soy Ciro y que la estuve buscando por años, solo quiero verla por unos minutos”. Fabiana, hace un silencio, le tiembla el mentón, y casi tartamudeando le explica que eso no iba a ser posible, porque falleció hace tres meses. Al hombre trastabilló, se descompensó ante semejante noticia. Tembló y dio un paso hacia atrás, su cara cambió, se agachó y movió  la cabeza negando, mientras se sostenía de la reja para no caerse. 

-disculpe señorita por haberle sacado tiempo.- el hombre se repuso, saludo con la mano, mientras su rostro era de desilusión. -Llegue tres meses tarde –  giró y comenzó a paso de tortuga a caminar.

– ¡usted no me dijo quién era y porqué vino! – grito en la vereda Fabiana.

El hombre de mirada triste, se dio media vuelta y con su mirada por encima de los hombros le dijo.

-Era su amante…

El hombre siguió caminando hacia la esquina, a la parada del colectivo. Fabiana abre la.puerta corre y se le pone de frente.

-espere, no puede venir, llamar a mi casa, decir que era el amante de mi madre e irse como si nada. Ahora soy yo quien quiere saber. Me va acompañar hasta mi casa, me va a decir de dónde la conoce,  Sabe de mi padre y porque dice que fue el amante, cosa que dudo, por como era mi mamá.  

Ciro hizo una mueca como tratando de sonreír, pero el estado de su ánimo se lo impedía. Después de negarse varias veces y viendo que la joven no se daba por vencida. La volvió a mirar a los ojos.

-Veo que heredaste el mismo carácter de tu madre. Me encontraste viejo y débil. Además hice muchos kilómetros y estoy muy cansado. Voy aceptar pasar a tu casa con una sola condición; un vaso de agua fresca.

Recuerdo el día que la conocí a tu mamá, fue en Concordia, ella vivía en un pueblo, era todo campo y cuando llegaba diciembre comenzaba la cosecha de sandía. Una mañana calurosa la encontré cosechando, cortaba, sacando de la planta y guardaba en una bolsa de tela que luego subía a un carro de madera. Trabajaba ella y sus hermanas. Yo en cambio era un changarín, como quien dice golondrina. Iba donde me convenía. Ese verano me dijeron que pagaban bien la cosecha y ahí me fui. Nunca me voy a olvidar su mirada, sus ojazos. Ella toda, brillaba en el sol. Me encandilaba semejante belleza. A mi y a todos los peonachos que andabamos por ahi. El tío de ella era el capataz y encargado de los campos. El tipo era bueno, aunque un poco jodido. Le gustaba el vino, el folklore y también se perdía en las faldas, pero lo peor que tenía es que le gustaba aparentar lo que no era. Era de organizar peñas a la luz de las estrellas para todos. Cuando estaba curda, sacaba las damajuanas y repartía vino para todos. Había mucha comida: Asado, cordero. Me Acuerdo que tu madre esa primera noche que yo participe de una velada, no quería ir. Llegó tarde. yo había terminado de comer, le cedí el lugar y me quedé a un costado sin que me viera. Observándola, no podía quitarle los ojos de encima. La vi bailar con su tío, con sus primos, yo estaba avergonzado, pero cuando casi todo estaba terminando, me acerqué y le pedí bailar una pieza conmigo. Me clavó la mirada de una manera que casi muero, los segundos de silencio fueron mortales pero valió la pena. Me sonrió tímidamente y me dijo que si. Le extendí la mano y ahí estuvimos juntos por horas. La acompañe hasta la puerta de su casa y desde esa noche, nunca más pude pensar en otra mujer.

Fabiana rompió el silencio que se había hecho entre los dos, con el último sorbo de mate. Ciro tomó hasta la última gota de agua del vaso transpirado y lo dejó sobre la mesa.

-¿O sea usted conoció a mi madre antes que lo conociera mi padre? y si fue así cómo es que usted es el amante y no al revés? 

-Es una larga historia… usted me pidió que le contara todo, empecé por el principio. – Dijo Ciro mientras estiró el brazo alcanzando el vaso para que le sirviera más agua.

Fabiana pensativa se paró, caminó hasta la heladera y de regreso, se lo dió dejándolo sobre la mesa. Se sentó y cuando él estaba por empezar a contar la historia ella lo interrumpió.

-Antes que siga. dígame ¿usted hizo feliz a mi madre?

-Claro que si… fuimos muy felices.

-Sigo sin entender como mi madre terminó estando con mi padre el resto de su vida….

A la mañana siguiente de haber bailado, a pesar del cansancio, madrugué. La mañana era muy calurosa, me puse un sombrero de paja y camine kilómetro adentro entre pastizales y las enredaderas hasta encontrarme con sus hermanas y sus primas. Todas, muy hermosas. No había una sola mujer en la familia que no sea linda. Pero yo por tu madre sentí algo especial, era ella, era única. La vi cargando con la bolsa, su cuerpo delgado parecía frágil. Era increíble que estuviera haciendo semejante fuerza. En un momento dado terminó de cargar la bolsa y cuando estaba llevándola al carro, se le cayó todo en el camino. Enseguida corrí a ayudarla. Era muy dócil, muy dulce pero de pocas palabras. Esa mañana me quedé al lado de ella juntos cosechando y en un momento dado, sentimos un chistido. Levantamos la mirada y entre el pastizal a unos metros se vio asomar el rostro de Claribel, su prima, la hija del capataz. Sin decir una sola palabra todo por señas, tu madre entendió todo. Le pregunté quién era y que estaba sucediendo pero ella solo agachó su cabeza y siguió su trabajo, hasta que comenzamos a escuchar risas y ruidos extraños. Tu madre mufaba, seguía sin decirme nada, hasta que me cansé, me paré y cuando estaba por ir en dirección, me tomó del brazo haciéndome  quedar con ella. Fue en ese instante que me contó que era su prima y se estaba viendo con un peón fue en ese instante que volví a levantar la cabeza y la vi a ella, estaba con el muchacho. Ese muchacho es quien después fue tu padre.

En la cabeza de Fabiana aún retumbaba como eco «era tu padre».  Cada vez que avanzaba más la  historia, menos entendía la situación. Las voces de su mente se mezclaban, unas que le recordaba la frase de hace minutos que Ciro dijo haber hecho feliz a su madre, con recuerdos de su madre diciendo, que jamás podría volver a estar con otro hombre. Momentos de su madre poniéndose furiosa cuando se enteraba que alguna mujer u hombre tenía doble vida, ahora se volvía incomprensible si ella también la había tenido.  A Fabiana le vino el recuerdo cuando, una tarde, le contó que le había pedido el divorcio a su marido porque ya no lo amaba. Pero aún tampoco entendía como era que su padre antes de estar con su mamá, había estado con su prima Claribel.

-Insisto, sigo sin entender cómo usted fue amante de mi madre… cómo ella terminó estando con mi padre en vez de haberse casado con usted. Acaso usted también la engañó?

-Jamás…- dijo a secas Ciro. Tomó un sorbo de agua y continuó su historia.

Parecía que la vida al fin tenía algo bueno guardado para mi. Desde ese día nos hicimos inseparables. A la caída del sol, la fui a buscar hasta su casa, pero como sus padres no debían enterarse, me di toda la vuelta, la busque en los ventanales de toda la casa, hasta que di con su dormitorio. Golpeé el vidrio, ella se asustó pero enseguida sonrió, se estaba peinando. En voz baja le pedí si quería acompañarme al pueblo, me pidió que la esperara debajo del ombú y así fue. Vino en bicicleta y los dos nos fuimos en el atardecer anaranjado por el único camino de tierra. Me acompaño a comprar fruta, algo de carne, nos hacíamos chistes, nos cruzamos miradas tímidas y vergonzosas. Cuando estábamos volviendo nos detuvimos en la heladería frente a la plaza. Nos sentamos a comer el helado. Ella se reía de mí porque yo lo comía despacio y me chorreaba, hasta que fui a lavarme las manos al bebedero de la plaza y ahí comencé a salpicarla, ella sonreía, estábamos felices y en un momento dado, no me preguntes cómo, nos vimos abrazados. Nos miramos a los ojos, yo no quería ni moverme un poquito, tenía miedo que ese momento se terminará, y fue mágico. Tiempo después, hablando con ella, me dijo que había sentido lo mismo. Fueron minutos eternos, los más lindos del mundo… que lindo es sentir esos latidos fuertes. Parece que los corazones  se oyen y se copian para ver quien lo hace mas fuerte. La abracé por la mitad de la espalda y ella me tomó de la cintura. Era más baja que yo. Pero me encantaba su estatura. Agaché mi cabeza y nos dimos el más puro y bello de los besos. No puedo decir cuánto duró, pero el tiempo se detuvo. Y todo alrededor nuestro dejó de existir.

Es increíble cuando amas alguien, como todo el resto pasa a un segundo plano. Ese día la dejé en su casa, yo me fui al cuarto de la pensión que alquilaba y no pude dormir en toda la noche. Miraba las estrellas y el resplandor del amanecer, el canto de los gallos todo era hermoso. El día pasaba como un chasquido de dedos y ahí estábamos de nuevo compartiendo las tardes. Los sábados salíamos andar en bicicleta, nos íbamos a bañar al arroyo, caminábamos en los puentes del tren. Comíamos choripan en la esquina del centro. Siempre a todos lados íbamos agarrados de la mano.  Un domingo a la tarde fuimos al circo que había llegado al pueblo, nos moriamos de risa. Luego salimos y fuimos a la kermesse del club , que había organizado el festival para recaudar fondos para construir el cuartel de los bomberos voluntarios. Esa noche fue inolvidable. Nos sacamos la primer foto juntos. Los dos teníamos una copia.  Detrás de nosotros se veían fuegos artificiales estallando en una lluvia de colores, que parecía que coronaban nuestro amor…. yo la ame a tu madre y estoy seguro que ella a mi también. 

Fabiana interrumpió el relato parándose de golpe, fue hasta lo que era el dormitorio de su madre, trajo un cofre con candado y un retrato. Los puso sobre la mesa entre Ciro y ella. Mostrándole la imagen de la foto.

-¿Es esta la foto verdad?

Ciro  tomó la foto  entre sus manos y se largó a llorar como un niño.  Fabiana estaba conmovida viéndolo a él y por sus mejillas resbalaban lágrimas.

-Ella siempre tenía esta foto en su mesa de luz. Una de mis hermanas que estuvo con ella hasta el último momento, dijo que murió mirando esa fotografía. Por eso la guarde, sin siquiera saber quién era el que estaba junto a ella. Aunque de chica siempre le pregunté y siempre me dijo que era un amigo de la infancia que nunca más volvió a ver porque se fue a vivir al Paraguay.

Ciro secó sus lágrimas con sus manos. Dejó el retrato sobre la mesa y agarró el cofre con llave que Fabiana había traído.

-¿Qué es esto? – preguntó el

-Seguramente sepas más que yo… ninguna de mis hermanas ni yo sabemos que hay dentro. Los domingos, mi mamá solía ponerse triste, la hemos espiado por la cerradura, Se encerraba en su dormitorio, lo abría, sacaba cosas de él, primero sonreía, para después ponerse a llorar.

Fabiana fue hasta la valija de herramientas, tomó un martillo y de dos golpes secos rompió el candado, que saltó en tres pedazos. Adentro varias cartas amarillas que confesaban el amor a Ciro, cartas de puño que jamás envío. Un cuaderno con anotaciones de fechas, donde dejó registrado los lugares por dónde había estado con Ciro. Y un anillo de plata con una piedra.

-Se lo regale yo, para su cumpleaños cuando cumplió 18. – lo sostuvo en la mano, estaba envuelto en una bolsa transparente junto a una vela de torta. – Recuerdo habérselo dado a la noche, a escondidas cuando todos se habían ido a dormir. Primero encendí la vela, le cante el cumpleaños y luego de uno de mis bolsillos del saco, saqué el anillo. Su cumpleaños fue tres noches antes del último día que terminaba el trabajo e iba a ser la última vez que nos veríamos. Tenía que viajar, mis compañeros me habían conseguido trabajo en Río Negro para la cosecha de papa. 

En ese instante Fabiana al fin supo que el gran amor de su madre no había sido su papá, sino el hombre que tenía frente suyo.

-Al cabo de esos tres días se volvieron  a ver?

-Sí – dijo Ciro- pero creo que es conveniente que te saques esa bolsa de la cabeza, sino la tintura te va a dejar pelada. 

Fabiana se había olvidado y ya habían pasado dos horas que se había teñido el pelo. Fue a la pileta de la cocina a lavarse, mientras él pidió pasar al baño. Mientras ella terminaba de secarse y peinarse, se percató que el hombre todavía no había regresado. Se acercó hasta la puerta y escuchó quejidos de dolor. Al principio no supo qué hacer, pero eran cada vez más fuertes, le preguntó si estaba bien. Al cabo de unos segundos, escuchó correr el agua del inodoro, el ruido de las canillas y abrió la puerta.

-Disculpe señorita. Se que estuve más del tiempo normal

– Solo me acerqué porque lo escuché quejarse del dolor. 

– Es un tema entre la próstata y yo- dijo en tono de chiste, para restarle importancia, aunque con rostro de dolor volvió a tomar asiento.

Fabiana le ofreció una taza de té o café a lo que él le respondió que si no le molestaba lo acompañaba con mate. Ella volvió a poner la pava en el fuego, cambió la yerba. Sabía que la historia aun no terminaba y quedaban revelaciones por conocer.

Quedaban tres días para irme, y solo pensarlo, me destruía el alma. No podía creer que el sueño que estaba viviendo junto a ella, tenía fecha de vencimiento.  Estaba resignado, sabía que no había vuelta atrás y decidí vivirlos  como si fueran  los ultimos de vida, como si estuviera sentenciado a muerte o tuviese una enfermedad terminal. Aprovechamos cada instante de las mañanas, de las tardes y las noches. Ella también sabía que lo nuestro terminaría y cada noche escapaba de su dormitorio por la ventana cuando los padres y hermanas dormían. Ellos ni nadie sabían de nuestra relación, fue un secreto de a dos y el no haberlo contado creo hoy, que fue lo que llevó al desenlace que no queríamos.

-Pero no me acaba de decir que después de esas noches se siguieron viendo?

-Claro. Seguimos, pero nada fue como hubiéramos querido….

Yo debería haber dejado el pueblo el domingo a la mañana con el primer tren de pasajeros. La noche anterior,  me encontré con ella, nos abrazamos, nos besamos y también lloramos juntos. El corazón parecía romperse en mil pedazos. Ella estaba desconsolada y yo fingí estar más entero. Esa madrugada  no pude pegar un ojo. Todo me daba vueltas. Sentía que no me podía resignar a vivir sin ella. Nunca antes había sentido lo mismo por otra mujer. Los gallos comenzaron a cantar con el resplandor del amanecer. Mis compañeros que compartían habitación me samarrearon creyendo que yo estaba dormido, y de un salto, salí de la cama. Me puse frente a ellos, les pedí disculpas pero les dije que esta vez no los iba acompañar. No dije el verdadero motivo, simplemente que sentía la corazonada que ese era mi lugar en el mundo. Se me rieron, pero no me rogaron. Me abrazaron. Me tenían mucho aprecio, era el más pibe de los cuatro.  Me acuerdo haber salido de ese cuarto, tomé sus bolsos y los acompañé hasta la estación. Nos dimos un abrazo fraternal, me dijeron que me cuidara y cuando el tren partió, caminando, saliendo de la estación un hombre robusto de largos bigotes mostacholes se me acercó y me dijo “pibe tenes cara de ser buena madera. No entiendo, ni quiero enterarme porque no te fuiste. Nadie elige quedarse después de temporada, pero si te quedás debe ser por alguna buena razón. Y yo justo ando necesitando un pibe que quiera trabajar conmigo en los talleres”. No se como habrá sido mi cara, pero la felicidad si tiene tamaño, seguramente no entraba en mi cuerpo. Salí cantando, tarareando. El destino me había puesto a prueba y como si nada, en un santiamén tenía empleo y podía volver a ver la chica de mis sueños. Ese domingo la estuve espiando detrás de una planta en los fondos de su casa. Estaba comiendo con su familia. La veía triste aunque de tanto en tanto alguna sonrisa su prima le robaba, con cosas que le decía al oído. No se si usted sabe, pero en el interior la siesta es religión y se practica sin excusa, sobre todo los domingos. Esperé que todos se vayan a dormir, me acerqué al vidrio del ventanal de su cuarto, como lo estuve haciendo todas las noches. Le golpeé, y me escondí, ella que siempre fue tan curiosa, no tuvo más remedio que abrir las hojas del ventanal, asomó la cabeza y yo que estaba escondido debajo le dije hola despacio. Se asustó, pero del pánico pasó inmediatamente a llorar de felicidad. Saltó afuera y nos abrazamos no sé por cuánto tiempo. Le expliqué todo lo sucedido y me prometió esa misma tarde que estaríamos juntos para siempre.

-No puedo creer que esa hermosa historia de amor allá vivido mi mamá, y que no haya sido con mi papá. Siempre creí que a mi padre lo amaba, que lo amo hasta el último día. Pero eso tuvo que haber sido imposible. No se puede amar tanto a otras personas, sobre todo, después de haber conocido, como dicen los cuentos de hadas, el amor verdadero….

-Antes de que continúe con la historia, quiero que sepa, que su padre ha sido una gran persona, yo lo conocí y me consta que ha sido un gran padre y un gran marido para su madre. Eso es lo que me dejó tranquilo todo este tiempo. 

-¿ y como es que lo sabe? si no estuvo junto a ellos….

-Porque se ha hecho cargo de lo que yo no pude. Fue un hombre de valor, de esos no se encuentran en cualquier parte.

-Me acaba de decir que usted la hizo feliz pero ahora me dice que mi padre se hizo cargo de algo que usted no pudo? no entiendo…

-Tuvo que guardar un secreto, él no tuvo remedio, su madre tampoco…

Su madre y yo seguimos viéndonos a escondidas, ella siempre tuvo miedo que los padres le dijeran algo. Ninguna de sus hermanas, cinco en total, y todas mayores a ella jamás trajeron un novio a la casa y ella no quería ser la primera. Es por esto que llegamos a un año de noviazgo y jamás nadie sospechaba de nuestra relación, me veían como un buen pibe, como el hombre del tren. Su padre me invitaba a comer algunas noches, me llevó con la familia de fines de semana, y compartí noches de billar con sus amigos del club, incluso ahí, he tenido charlas con tu padre, nada importantes por eso nunca fuimos amigos, aunque una vez me pidió un gran favor.

-¿Un favor? -preguntó Fabiana interrumpiendo el relato – cada vez entiendo menos… .

Fabiana se refregaba la cara, se acomodaba el pelo, se veía inquieta en su asiento, se sentía molesta y su cabeza cada vez se llenaba de mas preguntas, a pesar que las más importantes, aún giraban en su mente, no tenían respuesta.

-Siento que por un lado me entero de cosas que jamás imaginé de mi madre. Por otro lado comienzo a conocerte y me das la sensación que  te conociera de toda la vida, pero por otro lado siento que cada vez que puede genera más interrogantes que respuestas.. Quiero saber de una buena vez como termina esta historia…