Parado frente a la cocina sin quitarle la mirada al libro de Sábato, cada tanto daba vuelta las páginas y otro tanto revolvía la olla donde rehogaba cebolla picada en aceite de oliva caliente, para el relleno de las empanadas. Mientras en un costado del living, aún con la sangre fresca estaba el cadáver de su abuela Ermiña