Fue en primavera, en la casa de sus primas. Yo te había contado que su prima Claribel estaba de novia con tu padre. En el cumpleaños de su hermana Mariela, la madre, salió vaya a saber con que motivo al parque, era un día lluvioso. Escuchó cuchicheo que venía del costado de la casa y ahí los vio a tu padre hablando con ella. Su madre casi se muere de un síncope. Era muy religiosa y vivía del que diran los demas. “¿cómo mi hija tan pequeña va andar con un hombre? ¿cómo ese hombre va a ser un campesino? ellos siempre quisieron aparentar más de lo que eran. Decí que nunca se enteró que Claribel antes de andar con tu padre, ya había estado con otros hombres mucho mayores que la doblaban en edad. Cuando los descubrieron, tu padre estaba apoyado con una mano en la pared mientras ella muy cerca, estaba de frente. Los dos se dieron cuenta, porque la madre no disimuló, quedó como estatua, fija, horrorizada con la boca abierta. Claribel corrió hacia ella a decirle que no era lo que estaba pensando, que era un amigo, y que estaban hablando de Dolores.

-¿De mi mamá??¿que tiene que ver mi mamá ahora?

Claribel la abrazó a la madre, como quien dice, la compró, y se fueron para adentro hablando a sola y casi murmurando, abrazadas, mientras ella le refregaba la espalda. En cambio Antonio, tu padre se quedó bajo la lluvia con un enojo y con sabor amargo. De todo esto me enteré, por él mismo, que esa noche, vino hasta la pensión, llamó a mi puerta y entre sueño lo atendí haciéndolo pasar. Se sentó a los pies de la cama, se sostenía la cabeza con los codos apoyados en sus rodillas y no me hablaba. Lo interpelé varias veces hasta que me dijo “me tenes que ayudar, para mi es de vida o muerte” Necesito que vayas a la casa de Claribel y te hagas pasar por su novio. No entendía nada. A esa altura no sabía si estaba viviendo una pesadilla o si todo era real. Le pregunté a qué se debe semejante mentira y me explicó que ninguno de los padres de Claribel lo querían, que la madre sospechaba de él, y como yo ya me había ganado a la familia de Dolores, me iba a ser mucho más fácil que los parientes me aceptaran. Le dije que seguía sin entender la coartada, a lo que me respondió, “es muy sencillo, si la madre le cuenta al padre de Claribel que se está viendo o saliendo conmigo, no la va a dejar salir más, y el padre es muy riguroso, hasta puede que le interne en un convento. En cambio si esta con vos, que todos te ven como un buen tipo y los padres de Dolores hasta pueden salir en tu defensa, la cosa sería distinta. Se que no somos amigos, pero de hombre a hombre necesito ese favor. Se que es una locura, pero es al menos por un tiempo hasta que se calmen las aguas” todo me lo decía en un tono de angustia. Yo ya por ese entonces caminaba de un lado a otro de rincón a rincón, estaba despabilado y claramente todo me parecía una locura. Jamás había mentido, y mucho menos para sacar de un problema a otro. Le dije que no podía aceptarlo, que si yo mentía, me perjudicaba. Carlos me pregunto porqué y fue tanta su insistencia que tuve que decirle la verdad, que estaba teniendo una relación con tu madre. El miraba el techo, se paró, apoyó sus manos en mis hombros y me dijo que no me hiciera problema, que él hablaría con Dolores y le diría la verdad, “ella es una mujer muy comprensiva y lo va entender es por el bien de su prima” Esta vez me paré en seco frente a él, ya estaba de mal humor y no me gustaba nada de lo que me proponía. Que en todo caso si tendría que decir algo es  la verdad, y seria a los padres de Dolores, y no lo estaba haciendo por respeto a ella, que no se animaba a decírselo. Sin decirme nada, con una palmada en mis hombros y con la cabeza gacha se fue y por unos días no volví a saber más nada de él. Al día siguiente no estuve en el pueblo porque tuve que irme con una locomotora que estábamos probando, hasta el otro pueblo a buscar unos vagones de carga con la mala suerte que se rompió a medio camino y quedamos varados en el medio de la nada hasta el dia siguiente que nos fueron a buscar. A la mañana y sin dormir, busqué a tu madre como toda las tardes en la plaza del pueblo. Estaba enojada porque la había dejado plantada el dia anterior, pero al explicarle la situación me comprendió, me tomó de la mano y sin clavarme la mirada, como usualmente lo hacía, me dijo “tengo que decirte algo”. Sinceramente tuve pánico, creí, fue la única vez que tu madre me dejaba. Pero creo que lo que escuché fue peor. Había estado hablando con Claribel y le había pedido a tu madre que se hiciera pasar por el novio de Carlos, para disipar las sospechas de su verdadero noviazgo. La bronca, la ira, el odio que sentí esa tarde no me lo olvido jamás. Le solté la mano. Me paré y le dije porque había hecho eso sin mi consentimiento. Tu mamá estaba afligida, me pedía disculpas y se justificaba diciendo que se sintió presionada por su prima. Mi enojo fue tal que la apreté agarrandola de los brazos diciéndole cómo se atrevía hacer semejante cosa, le dije que Carlos ya me lo había pedido y me negué categóricamente pensando en ella y por el amor que le tenía” Cómo iba hacer eso. Me sentí humillado y avergonzado porque caí en la cuenta que durante un año ocultamos nuestro noviazgo por lo que su familia podía decir, pero sí se animó hacerse pasar por el novio de un cualquiera. Tu mamá lloraba, yo me di media vuelta y me fui. Estuve cinco meses sin saber nada de ella, me mude de pensión, en el trabajo ya había pedido traslado a Buenos Aires y cuando me notificaron que me había salido irme para Buenos Aires, la tarde anterior, el remordimiento era tal que decidí ir a la casa a despedirme. Llegué a la casa golpeé varias veces porque no me atendían, hasta que la madre con ojeras que parecía que las arrastraba por el suelo y con una mirada somnolienta,me abrió. Le dije que venía a despedirme, y a darle las gracias por tanta amabilidad aportada durante todo ese tiempo. A lo que ella me dijo, con la voz entrecortada y afligida  “como me hubiera gustado que vos hayas sido el novio de Dolores”. Me quedé atónito. Sin respuesta, no se que cara debo haber puesto, las palabras no me salían, y ella sin que yo dijera nada, dijo la frase que menos esperaba escuchar en mi vida. “El padre la echó, se tuvo que ir, hizo lo que no tenía que haber hecho”. Yo seguía perplejo y como balbuceaba pero entendía que intentaba saber qué fue lo sucedió, dijo “estaba de novio con ese rufián, ese tal Carlos, un abusivo, se hizo pasar por amigos de la familia, primero intentó conquistar a Claribel, pero como ella es viva, no como mi hija; una ingenua que cayó fácilmente en sus redes, se puso de novio a escondidas y a los pocos días de decirnos que estaba saliendo con él, nos enteramos que estaba embarazada” Mi marido se puso como loco, sabía que la noticia iba a trascender, el pueblo entero hablaría de nuestra hija y de nosotros. No entiendo qué estaba pensando Dolores cuando hizo lo que hizo. Ahora no sé qué educación le he dado, qué ejemplos, qué conducta. Sus hermanas que son mayores, nunca se animaron a tanto. Entendés Ciro, Dolores se embarazó. y por lo que veo, a vos que sos el amigo, tambien te lo ocultó. una sinvergüenza me salió. Ahora perdón pero tengo cosas que hacer. Cerró la puerta casi en mi nariz sin saludarme. Caminé hasta el arroyo, ese mismo donde pasamos tardes de verano, donde nos besamos, donde nos declaramos amor incondicional. Me senté en una piedra y llore por horas.

Fabiana quedó tiesa ante semejante revelación, ahora ya entendía como su padre terminó siendo el esposo de su madre

-Después de eso no supiste mas nada? ¿ahí termina la historia entre ustedes?

-Claro que no señorita…. Todavía falta que le cuente porque fui su amante y el secreto que tus padres ocultaron todo este tiempo.

Llegué a la pensión, revoleé  mis pocas cosas dentro del bolso y me caí rendido en la cama, Me quedé dormido y casi pierdo el único tren a Buenos Aires. Cuando llegué a Retiro, lo primero que hice fue ir a la oficina central de empleo, me di a conocer. Me dijeron empezás mañana y ahí mismo a la mujer que me atendió, le dije que quería saber de alguna pensión donde alojarme. Así fue como caí en una casona vieja desvencijada, casa chorizo, con todas habitaciones que daban a un patio descubierto. La ventana de madera no se podía abrir, la cama atada con alambre y cada vez que me movía chillaba a resortes el colchón. Al día siguiente. Antes de tiempo me levanté, fui a desayunar a la cafetería de la esquina y emprendí viaje al trabajo que quedaba a pocas cuadras de donde estaba parando. Bloqueé todo pensamiento hacia tu madre, a pesar que sentía un profundo dolor que por momentos me atacaba la boca del estómago. Así estuve una semana hasta que un día sentado en el patio de la casa, grité, lloré como un niño malcriado pidiéndole cosas a la madre, al punto que todo los habitantes salieron preocupados creyendo que alguien me estaba matando. Desahogué mi furia, mi dolor. y a pesar de eso, en cada momento que hacia algo, la tenía presente, pensaba; que lindo hubiera sido estar almorzando con ella. Caminar por Avenida Santa Fe  mirando vidrieras y como fantasma creía verla en cada mujer que pasaba por al lado mio. Más de una vez creía reconocerla en el perfume de las señoras que transitaban al lado mio. Todo me hacía recordar a ella, a los momentos vividos, a sus abrazos, sus palabras al oído, su aliento, su piel, pero todo era espejismo. Hasta que un dia nublado, un domingo sin nada que hacer, a la salida del cine de Lavalle. Comencé a caminar por la calle mojada. Parado en la esquina esperando que el semáforo se ponga en verde, giré mi cabeza y del otro lado de la calle estaba ella. Con un tapado marrón, paraguas y en la otra mano unas bolsas. Su vientre ya era prominente. sobre todo, porque siempre había sido muy delgada. Nos miramos, ella se puso nerviosa, me quitó la mirada y siguió caminando como si nada. Yo hice lo mismo en sentido contrario, caminaba mientras embroncado maldecía, hablaba solo en voz alta. Caminé media cuadra, me detuve y volví corriendo poniendome frente a ella. Casi pegados, mirándonos a los ojos sin decir una sola palabra. Solo se escuchaban nuestras respiraciones. Solo pestañeamos, hasta que de pronto, le pedí que me acompañara al bar. Ella me seguía mirando mientras me decía que no con la cabeza y su respiración se volvía agitada. Le dije “te lo pido por favor, vamos nos sentamos, y con un café de por medio aclaramos las cosas. Seguramente tenes cosas que decirme y quiero escucharlas y yo necesito decirte las mías” Siguió negando con la cabeza hasta que tome sus manos temblorosas y frías. Amagué empezar a caminar hacia avenida Corrientes y lo que los dos sentimos en ese momento dejaba en claro que entre nosotros algo aún seguía intacto. Accedió, caminamos sin hablarnos. Ella pidió un café negro y yo un  cortado. Hasta que el mozo nos trajo el pedido y se alejó, no emitimos una sola palabra, matábamos el tiempo mirando por la ventana empañada. No sabíamos por dónde comenzar la conversación, pero los nervios me hizo que le dijera todo de una vez. Lo que sentí, la angustia, el dolor al enterarme que ella se había ido de la casa echada por el padre por vergüenza familiar con su novio del cual estaba esperando un hijo. Ella titubeando me dijo que nada es lo que parece. Le dije que necesitaba una explicación por más dolorosa que fuera y con lágrimas en los ojos dijo que “no entendía como habíamos llegado a esta situación. Como esa mentira tan tonta desencadenó en este desenlace”. Con sus ojos brillosos de lágrimas contenidas y angustia en su voz, justificó que estaba bien que se haya tenido que ir de la casa, era un modo de pagar por la mentira creada para defender la relación de Carlos y Claribel, que no tuvo en cuenta que podía traer enojos al punto de perderme. “Viajamos a buenos Aires con Carlos, porque no queremos saber más nada del pueblo ni de su gente, y mucho menos de nuestras familias que nos dieron la espalda. Nos dejaron a Carlos y a mi solos, sin trabajo, sin techo y con un bebé por venir. Vos me dejaste sola en la plaza, sin posibilidad de darte una explicación, de perdonarme. Vi odio en tus ojos, y eso me dolió porque si bien estuve mal, no creí que era para que te alejaras todo ese tiempo, que para mi fue infinito, no solo por no tenerte, sino por todos los problemas que tuve que afrontar, lo hice sola. No te imaginas la falta que me hiciste. Me sentí humillada por mi familia cuando se enteró, que estaba embarazada, y ante la mentira Carlos tuvo que seguir el engaño hasta hoy. Carlos tuvo que aparentar.  Este hijo que llevo dentro es tuyo. Es nuestro hijo.

-¿Mi hermana Mayor es tu hija? dijo Fabiana sin aire, boquiabierta sobre saltando de su silla.

-Así es… – Dijo Ciro agachando la cabeza, con los ojos vidriosos y manos temblorosas.

-Mi hermana eso no lo sabe, siempre creyó que su padre era el mismo que el mio…

-Lo sé, ese fue el secreto que tanto Carlos como tu madre se llevaron a la tumba.

Esa tarde, entre los dos, no nos pudimos decir más nada. Después de dejar las propinas sobre la mesa, tomé una servilleta y una birome y le pedí que me dejara anotada la dirección donde estaba viviendo. Salimos del bar y en medio de la Avenida Corrientes iluminada de carteles y faroles, nos abrazamos fuertemente. Fue instintivo, nos besamos como la primera vez. No podíamos separarnos. le dije cuánto la amaba y la había extrañado, Y que no sabía ahora cómo seguir, ahora que estaba convertido en un futuro padre. Tapó mi boca con un dedo, y me pidió que no dijera nada, que no hacía tampoco  falta que pensara. La acompañé hasta la entrada al edificio en San Telmo y de ahi me volvi pateando. Al despertar al día siguiente me encontré que en la servilleta, además de la dirección, decía a qué horario podría pasar a buscarla. Desde ese entonces todos los días nos vimos. Salíamos a merendar, a caminar. Comíamos pizza en Corrientes y Callao. Los meses pasaban y yo iba viendo como crecía su vientre. Pude sentir las primeras patadas del bebé. Tu madre realmente era una madre feliz. Estaba muy contenta. Pero jamás me dio posibilidad de hablar de nosotros; ni como pareja, ni como padres. Siempre me cambiaba de tema o me silenciaba tapándose la boca con los dedos. Creo que en el fondo sabía el desenlace pero jamas tuvo el coraje de decirmelo. Un lunes, la fui a buscar como siempre a las dos de la tarde. Llamé varias veces al timbre, esperé que un vecino del edificio saliera, trabé la puerta con el pie y me escabullí por la escalera hasta llegar al 4º “B”, golpeé varias veces sin respuesta. Volví al dia siguiente y el mismo resultado. Hice guardia espiando desde la vereda de enfrente dia y noche, hasta que cansado a primera hora y antes de irme pregunté al portero que se encontraba barriendo la vereda. y me respondió que el domingo a la noche, cargaron los pocos muebles que tenían y se fueron para la provincia. Desde ese entonces nunca más supe de ella. Tampoco la busqué, caí en la cuenta que si no me había dicho nada, es porque quería que el final fuera así. No la culpo, ni tampoco a tu padre. El destino fue que esa mujer y ese niño no eran para mi.

-Imagino cuánto sufrió. Espero que después de todo haya encontrado otra mujer con quien rehacer su vida…

-Si la he tenido. estuve casado más de 30 años, hasta que el año pasado falleció. Me dio 4 Hijos y tengo 9 nietos. Uno de ellos fue el que me ayudo a buscarla por redes sociales hasta llegar aquí. Yo vengo del Chaco, allá hice mi vida. No quería saber nada con Buenos Aires. Todo me hacía recordar a ella.

-Y por qué vino ahora después de tanto tiempo? Por qué se animó a buscarla y hacer cientos de kilómetros?

– Porque uno se va poniendo viejo, y se vuelve más nostálgico, deseaba verla por última vez, antes de morir. Quería charlar, saber de ella, conversar como dos ancianos sentados en una plaza, como nos habíamos prometido cuando nos conocimos.

-Se ve que nunca la pudo olvidar….

-Nunca se olvida al amor de su vida. Uno puede engañar al cuerpo, puede negar sentimientos a la razón, pero nunca puede mentirle al corazón.

-Como dijo hace unas horas…. ha llegado tres meses tarde.

-Algunos morimos con el amor en las entrañas, sin tener a quien ofrecérselo.

Ciro con sus achaques se levantó del asiento, su cuerpo se endureció de tanto tiempo estar sentado, pidió permiso para ir al baño, mientras afuera anochecía, habían perdido noción del tiempo. La luna bien redonda por encima de los árboles de la vereda, Miro la hora en su celular y eran pasadas las nueve. Encendió el televisor y las noticias hablaban de una pandemia global, el presidente hacía minutos había decretado la cuarentena en todo el territorio nacional. El anciano tomó su bolsa con la que había venido.

-Es momento de partir…

-No va a poder, acaban de anunciar cuarentena, corte de transporte…

-Señorita tengo el hotel pago en Buenos Aires, y mañana a las 7 de la mañana sale el micro para irme

-Insisto, no va a poder… acaban de anunciar que todos los viajes de larga distancia han quedado cancelados.

A Ciro le temblaban las manos, la mandíbula, se había puesto nervioso.

-Si a usted no le molesta, puede quedarse a pasar la noche, quizás los dias, quizas la semanas. Al menos nos vamos a poder hacer compañía. – Dijo Fabiana encogiéndose de hombros en tono amable.

El hombre se fue hasta la ventana, miro la noche estrellada y volvió la mirada hacia ella.

Fabiana y Ciro volvieron a sus lugares en la mesa, se pusieron a  conversar y reírse como dos personas que se conocìan de toda la vida, mientras afuera la noche estrellada hacia un manto.